lunes, 14 de mayo de 2018

CIENCIA A LA CUARTA (PARED), Teatro en el IES Margarita Salas



CIENCIA A LA CUARTA (PARED)

El pasado viernes 6 de abril, alumnos y profesores del Margarita Salas disfrutamos en el centro de la representación “Ciencia a la cuarta (pared)”, por parte de la compañía TeatrIEMEn primer lugar, cabe mencionar que esta compañía está formada por un grupo de investigadoras e investigadores con el objetivo de acercar la curiosidad y el pensamiento científicos a un público no especializado en estas materias. Su director, José Vicente García Ramos, es licenciado en Ciencias Químicas y, entre el elenco encontramos otro químico, diez físicos (entre teóricos y experimentales), una ingeniera de fotónica, un biólogo y una psicopedagoga.


La representación consistió en un conjunto de 7 obras de distintos autores adaptadas al teatro por el director de la compañía, que tenían en común el hecho de “ser diferente”. 
Una vez finalizó la obra, los asistentes pudimos disfrutar de un coloquio, quizá menos extenso de lo que esperábamos, en el que, tanto yo como otros alumnos pudimos hacer (e hicimos) preguntas a los actores y actrices. 


A continuación, se puede leer un resumen de dichas obras  y las preguntas formuladas a los miembros de la compañía.

Eduardo Guerrero (redacción)
Luis Solana (fotografía)
Alumnos de 4º ESO (IES Margarita Salas)


En primer lugar se nos muestra a un grupo de científicos celebrando lo que parece ser un éxito sin precedentes. El conflicto comienza cuando algunos de estos científicos comienzan a cuestionar hasta qué punto es justificable la utilización de su invento, que no es otro que la bomba atómica. El director del proyecto Oppenheimer, así como alguno de sus compañeros comienza  a discutir con un general, que hace gala del aparente éxito del invento, y ensalza la figura del “americano”, llegando a decir que hasta Dios lo es, por permitir que se llegara a aquella situación.

A continuación, aparece en escena un hombre en una de mesa de un bar o cafetería y otro hombre que se le acerca, con una botella de vino en la mano. Este le pregunta al primero si se puede poner con él, a lo que es respondido con una evasiva “la verdad es que estaba a punto de pedir la cuenta”, debido a que, aparentemente, no se conocen. El recién llegado se da cuenta de esto y explica a su compañero que se saludan todas las mañanas con un “buenos días”, ya que son vecinos. A continuación le pregunta sobre el hecho de trabajar de noche, a lo que el primer hombre responde con otra evasiva, intentando zafarse de su acompañante. En un intento final por que se quede, el vecino autoinvitado le cuenta al otro que tiene algo que celebrar y que no quiere hacerlo solo; de este modo consigue que su vecino se quede. El primer hombre empieza a divagar sobre la relación que mantiene con ese y otros vecinos, hasta que el segundo le pide que hable de es que tenía que celebrar. A esto, el primer hombre le responde que están allí por “la ley 3754”, o “ley de extranjería”. Su vecino comenta, sorprendido, que no se había dado cuenta de que fuera extranjero, a lo que el primero responde: “no no, yo no soy extranjero, pero usted sí lo es”. El supuesto extranjero niega serlo, pero su vecino continúa hablando de cómo aquella ley iba a cambiar su vida. Le dice que, supuestamente, ha descubierto que no tiene papeles, y cómo piensa pedirle favores, aprovechándose de ello: “un rato de conversación, salir a dar una vuelta; nada feo, nada humillante. Que me recite un poema o me cuente un chiste; nada feo, nada humillante. Algún día le pediré algo incómodo o desagradable, pero no con el ánimo de ofenderlo, no;  simplemente, para comprobar su disponibilidad. […] Siempre volveré; y entonces le pediré… que me recite un poema, ¡o que me cante un canto de su tierra! No con el ánimo de ofenderle, no. Solo para recordarle la naturaleza de nuestro vínculo. Para humillarlo nunca”. Vemos como, finalmente, comparten una copa, con la que cierran esta historia.

La siguiente representación habla sobre Leonardo Da Vinci, y su joven aprendiz Francesco. Comienzan hablando sobre comida, concretamente, sobre chirivías. Al mostrarse este decepcionado por la conversación banal de su maestro, que insiste en hablar de lo culinario, Leonardo decide tratar otros temas, como son la pintura, la poesía o la ciencia. Habla sobre la sonrisa de las mujeres, o sobre la importancia de las guerras frente al arte. De repente, menciona el inventor un sueño en el que un buitre descendía haciendo círculos; esto le trajo a la mente una idea, que califica como “¡LA idea!” El maestro le cuenta sobre “el Ornitóptero”, que, explica, pretende que sea una máquina de volar que dé al hombre esa cualidad que le es tan esquiva. Su ayudante Francesco, horrorizado ante la idea de que la Iglesia pudiera culpara su maestro de pactar con el diablo, le informa de que “Según el Santo Oficio, el ser humano no es ave ni tiene alas” a lo que el inventor responde pidiéndole que salga de la sala, debido a que está cansado. La escena finaliza con Leonardo diciendo: “Sin embargo, el hombre tendrá alas. Si no soy yo, será otro; pero el hombre volará.”

La representación prosigue con la filósofa Hipatia de Alejandría, quien conversa con su alumno Thasos, que pretende que ambos den un paseo. La maestra se niega ante esta proposición, alegando que su único objetivo es conquistarla y condenarla a una vida de servidumbre doméstica, privándola del estudio por ser una mujer. Thasos insiste, adulándola, que no quiere más que mantener una conversación con ella, y que no es culpa suya el trato que su maestra recibió de “idiotas” en Atenas, hace veinticinco años. Ante esta afirmación, Hipatia responde que “se ha pasado de la raya”, siendo un asunto que no debería haber mencionado. Tras intentarlo otras tantas veces, Thasos la acusa de “ser una cobarde”, por “juzgarle con facilidad” y ser ella quien se “esconde ante la posibilidad de una relación con cualquier otra persona”. Finalmente, tras decir eso, Hipatia le echa en cara “cómo la verdad se hace camino” y le pide que se marche, abandonando a continuación la escena.

En la siguiente historia, Galileo Galilei discute con un joven monje, al que acusa de omitir la verdad. Este joven, tras haber descubierto los satélites de Júpiter, discute con el astrónomo sobre si se debe o no se debe hacer público dicho conocimiento. Él argumenta que mostrar que la naturaleza no funciona tal y como la Iglesia dice que lo hace, tendría como consecuencia que los campesinos y el pueblo llano perdieran la razón por la que soportan  las penurias, sufrimiento y resignación a los que se ven sometidos; se plantearían como, todo lo que hasta entonces habían soportado como prueba de su divinidad, podría simplemente no ser recompensado. Ante esto, Galileo responde que “las virtudes no tienen por qué estar unidas a la miseria” y que “si su gente viviera feliz y cómoda, podría disfrutar de las virtudes de la felicidad y del bienestar”. El monje se defiende alegando que “sagrados motivos” son los que les obligan a callarse y que deben mantener la “tranquilidad espiritual” de los desdichados. Tras una discusión, Galileo sentencia que, si los campesinos “no despiertan y aprenden a pensar, ni las mejores obras de regadío les van a servir de algo”. Finalmente, el astrónomo consigue convencer al monje, y la escena finaliza con el primero aclarándole una parte de su descubrimiento al segundo.

A continuación se presenta la historia de dos hermanos, Karima y Abdul, cuyo padre acaba de morir. La hermana comienza echándole en cara que recientemente no la trata bien. Abdul responde que ahora es él el responsable de la casa y que, por tanto, ella deberá acatar las normas familiares y casarse con su amigo Tarik. Karima le acusa de haber cambiado, de no ser como cuando eran jóvenes. Asimismo, afirma que es tan libre como él. Su hermano le responde que es ella la que ha cambiado, que no respeta las tradiciones y que se ha dejado embaucar por sus compañeros de trabajo. Karima, airada, reivindica que no ha sido ella la que ha decidido casarse con Tarik, así como tampoco ha sido ella la que ha decidido seguir esas tradiciones familiares, sino que se lo han impuesto. Ante este hecho, Abdul profiere un grito que termina momentáneamente con la conversación. Karima la retoma, para evocar el recuerdo de su padre, que le decía que debía ser libre, y que tenía tanta capacidad para aprender como los hombres. Abdul, sin embargo, lo acusa de llenarle la cabeza de pájaros con “tantas fórmulas y tanto razonamiento matemático”. Ambos hermanos siguen manteniendo una tensa conversación, en la que Karima defiende su derecho a estudiar y reivindica la igualdad de mujeres y hombres, mientras que Abdul conmina a su hermana a mantener las tradiciones familiares; en cierto momento, cuando Abdul pregunta a su hermano cómo piensa cumplir sus sueños, estar le dice que “piensa seguir soñando, hasta que sus sueños se hagan realidad”, hecho que lo tranquiliza. Ante esto, el hermano le recalca que será feliz con Tarik, y que él cuidará a sus hijos y a ella. Cuando se marcha, la joven comienza a hablar sobre sus sentimientos, y sobre una beca que ha conseguido para estudiar en Francia. Finalmente, la escena termina cuando Karima decide marcharse, dejándole una nota de despedida a su madre y a su hermano.

Como última escena, se representa la historia de William Shakespeare El mercader de Venecia. En ella, un judío, llamado Shylock se enfrenta en un juicio a un mercader, llamado Antonio, al que le reclama una libra de carne, lo más cercana al corazón posible, por el vencimiento de un pagaré. Ante esta situación, el juez pide clemencia al judío, para no ejecutar semejante sentencia, pero este se niega, a pesar de que el mercader le ofrece reembolsarle el triple de la deuda. Por tanto, el juez se dispone a emitir una sentencia. Antes de comenzar, el magistrado le pregunta a Shylock si ha contratado a un cirujano para asistir al mercader una vez se haya realizado la incisión y, de nuevo, la respuesta es no. Por tanto el juez determina que puede cortar esa libra de carne; sin embargo, turbado por el destino del pobre mercader, en una astuta argucia, el juez dictamina que, si bien la libra de carne le pertenece al judío, no es así su sangre, por lo que si este derramase una sola gota, según la ley de Venecia, sus tierras y bienes quedarían confiscados en beneficio del Estado; a continuación, añade que no ha de cobrar tres veces el valor de la deuda, pues lo que el judío ha demandado es que se cumpla su pagaré; prosigue diciendo que, si cortara más de una libra precisa, moriría, y todos sus bienes quedarían confiscados; por último, el magistrado expone que, según la ley de Venecia, si se demuestra que un extranjero ha atentado, de forma directa o indirecta, contra la vida de un ciudadano, se dictamina que la mitad de sus bienes pertenecerá a la persona contra la cual ha conspirado, que la otra mitad pertenecerá al arca del Estado, y que su vida dependerá de la misericordia del dux, y a él es a quien deberá pedir clemencia. Una vez que Shylock se arrodilla para hacerlo, el dux le dice que no deberá rogar por su vida, pues no será ajusticiado; asimismo, declara que la condena sobre el embargo de sus bienes podrá ser reducida, si así lo desea el mercader, que dice que se conformará con la mitad de lo establecido, pero pide que se convierta al cristianismo, y que haga una donación legal de todos sus bienes en la hora de su muerte a su yerno y a su hija.

Una vez finalizó la obra, los asistentes pudimos disfrutar de un coloquio, quizá menos extenso de lo que esperábamos, en el que, tanto yo como otros alumnos pudimos hacer (e hicimos) preguntas a los actores y actrices. A continuación, recojo las preguntas formuladas a los miembros de la compañía:

Pregunta: Originalmente, ¿a qué clase de público estaba dirigida la obra?
Respuesta (director): Bueno, nosotros montamos obras para público en general. No especialmente para estudiantes, ni para público infantil; y tampoco queremos hacer un teatro didáctico, es decir, tampoco queremos explicar ciencia en escena. Simplemente queremos crear la curiosidad de, con estas pinceladas que os hemos dado, hoy en día además, que es tan fácil, ver quién era Galileo, quién era Leonardo, quién era Hipatia… y también metemos siempre escenas de ciencias sociales, como la del buen vecino que habéis visto. Pero es para público en general, y público que no tenga que estar específicamente iniciado en la ciencia, es decir, que pueda entenderlo; no es un teatro elevado intelectualmente o científicamente.


P (Alumna de bachillerato): Antes has mencionado la escena del buen vecino, como escena que representa las ciencias sociales, y te quería preguntar si veis la representación y al personaje más orientado hacia la psicología o la sociología.
R (vecino sociópata): Bueno, yo creo que realmente el personaje es un personaje un poco excluido, que se ha montado su historia maléfica para aprovecharse de alguien; pero también es un personaje con un cierto grado de inteligencia alta, ya que se prepara un plan. Se puede estudiar desde el punto de vista criminalista o desde el punto de vista psicológico, pero también es verdad que, en el fondo, es casi una persona sola (dice que los domingos no tiene otra cosa que hacer), que tiene un componente muy social; de esas personas que, a pesar de esta sociedad tan cercana y donde podemos estar todos conectados, están aislados. De ambas formas está bien.
R (vecino extranjero): Preguntas si psicología o sociología. Evidentemente, la tensión es psicológica, pero yo lo veo más en la sociología, en el sentido de que el enfoque de la obra, o por lo menos como lo vemos nosotros (y afortunadamente conocemos al autor, que es Juan Mayorga) es más desde el punto de vista de ciencias sociales, porque de alguna forma refleja el miedo o, más que miedo, el rechazo al extranjero; pero no al extranjero por extranjero, ya que no dice si lo es, sino por no ser igual que tú. El que no es igual que tú te genera un rechazo por algún motivo: te puede quitar un trabajo, te puede quitar un novio o una novia… Entonces, realmente, yo lo encuadraría más bien en el tema sociológico en lugar de en el psicológico.
R (director): Yo creo que empieza como una cuestión psicológica, pero en el momento en que mete la ley de extranjería ya entra dentro de la sociología.

P (alumno de bachillerato): Mi primera pregunta es sobre el título, “Ciencia a la cuarta pared”. ¿Tiene algo que ver con el teatro a la cuarta pared? ¿Qué es lo que queréis expresar con eso?
R (director): Cada año hacemos un montaje de este estilo, con cinco o seis escenas, relacionados con ciencia. Y  para ello usamos títulos con la palabra “ciencia”, que de alguna forma estén relacionados con el teatro, que es lo que hacemos. Hemos hecho Todo por la Ciencia, Tu nombre me sabe a Ciencia, Científicas ab Initio… Y esto se nos ocurrió porque es ciencia, a la cuarta, para jugar con eso, y pared entre paréntesis, por el teatro a la cuarta pared.

P (alumno de bachillerato): La otra pregunta es, ya que hemos visto que no habéis dejado religión con cabeza. ¿Significa eso que la religión es incompatible con la ciencia, es un obstáculo, o no se puede compaginar?
R (director): Lo de no dejar títere con cabeza… Nosotros lo que hacemos es buscar obras de teatro largas, que se relacionen con la ciencia [tenemos el Galileo de Bertol Bretch; una obra sobre Leonardo; la obra de los dos hermanos musulmanes es de Maricruz (Hipatia)] y bueno, en teatro tiene que haber un conflicto; filmar la vida normal es una cosa muy aburrida; yo creo que todos los autores que escriben sobre ciencia, o sobre cualquier otro tema, quieren expresar algo. Bertol Bretch pone en boca de Galileo lo que estaba sucediendo en la Alemania de los años 40. Aquí en España, la iglesia ha estado en algunos momentos también metida en otras cosas. Yo no me atrevo a decir (eso ya es personal de cada uno) si la religión es compatible con la ciencia; eso es una elección personal. Pero lo que no puede es la religión marcar la ciencia, como en el siglo 17 y 18, cuando en la sala anatómica de la Universidad de Bolonia, para enseñar anatomía a los alumnos, tenían allí un cadáver e iban señalando, esto es el corazón, esto los pulmones… y una ventanita, para que el inquisidor revisara que el profesor no dijera nada que fuera contra las escrituras. Nosotros lo que hacemos es reflejar una serie de cosas. Hemos hecho otro tipo de escenas, sobre Marie Curie por ejemplo, y tampoco la hemos dejado tan mal.
R: Yo te diré que soy físico, pertenezco a esa colección de gente que se dedica a ver cómo funciona el mundo, y en ese sentido, yo como físico nunca me pregunto un porqué. Yo lo que intento es describir lo que veo en la naturaleza; estudio modelos y digo: “esto tiene pinta de que se comporta así”. Pero siempre cómo, nunca por qué. Por el contrario, claramente, la religión tiene otro objetivo radicalmente distinto, que va mucho más allá, o mucho más “acá”, pero, desde luego, es completamente diferente de los objetivos de conocimiento que tiene la ciencia, y en particular la física. Así que yo no veo ninguna conexión en absoluto entre un cosa y otra. Y como no la veo, estoy de acuerdo con el director en que no debería haberla, y en que unos no se deberían meter con los otros, y los otros no se deberían meter con los unos.

P (Alumna de bachillerato): ¿Cómo surgió la idea de hacer una obra de teatro?
R (director): Una parte importante de la carrera científica es divulgar la ciencia. En el CSIC hay un departamento de cultura científica; nosotros tenemos aquí a gente de cultura científica. Pero la divulgación se puede hacer de diversas maneras. Habréis visto en la televisión los monólogos estos del FameLab y tal… Pues a nosotros se nos ocurrió hacer un grupo de teatro. Pero no un grupo de teatro para contar las cosas que nos pasan a los científicos y el día de Navidad hacer en el instituto un festival de fin de curso, sino dar un pasito más y, ya que haces el esfuerzo, montar algo sobre problemas científicos o sobre problemas de los científicos, o sobre la vida de los científicos.
P (Alumno de bachillerato): Me he fijado en que la sexta obra estaba hecha por uno de los miembros, por Maricruz. ¿Tenéis más obras hechas por ella?
R (Hipatia): Bueno, aunque la mayoría son adaptaciones de Vicente, de obras que existen y que él reduce, traduce y adapta, también se hizo una a partir de unas improvisaciones de alguno de los actores, de las que luego se hicieron escenas.
R (director): Y luego también hicimos una parte de una carta que escribió una científica que tenía que volver a trabajar a Estados Unidos; ella escribe una carta abierta al Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. De esa carta, introdujimos una parte en una escena de una obra de Bertol Bretch, aunque el texto también era nuestro. También lo que ocurre es que escribir teatro no es fácil. Tiene que salirnos algo que merezca la pena, porque cuando coges obras de autores conocidos todo sale mejor, todo fluye mejor. En las nuestras, siempre tenemos miedo de que queden un poco planas.

P: ¿Quién hace la selección de las obras? ¿Las elige el director, o es un proceso más democrático?
R (director): Yo me paso casi todo el año buscando obras, traduciendo, adaptando… Y luego les llevo escenas; siempre llevo ocho o nueve, y luego elegimos cinco o seis, dependiendo. Yo hice un curso de dirección escénica y lo primero que nos dijeron fue: “Mañana me tenéis que decir la película que más os haya gustado”. Y no podías decir dos o tres; tenías que decir una. Porque la misión de un director es elegir. Tú no puedes decir: “Que salga con este vestido blanco, o negro, o gris…” Tienes que decidir. Entonces, la última decisión la tengo yo, pero lo que sí que hacemos es que nos reunimos con todas esas escenas, las leemos, todo el mundo opina y luego, no es que se haga una votación, sino que acordamos cuáles no han gustado; más que elegir las que no vamos a hacer, elegimos las que sí.

P: ¿Soléis actuar en colegios o institutos?
R: Puntualmente. Nosotros normalmente, cuando actuamos es en el Museo de Ciencias Naturales, en residencias de estudiantes, en Alcorcón y en Valdemoro, en un instituto. Pero nosotros tenemos un problema muy gordo, y es que solamente podemos actuar viernes por la tarde, si es muy cerca de Madrid, o sábados y domingos; entonces, a los institutos, eso les suele venir mal.
P: ¿Cuántas veces actuáis, más o menos, a lo largo del año?
R: Cada función de estas la hacemos unas ocho o diez veces. Luego tenemos también una función larga por primera vez, que es La Tortuga de Darwin, de Juan Mayorga, y esa la hemos hecho más veces; además ha recibido una nominación a mejor actriz de teatro amateur.

P: Ya por último, ¿estáis dispuestos a venir aquí más veces?
R: Sí, sí, claro.

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